A nadie le gusta el humo.
Se ve;
no se puede tocar.
A nadie le gusta que los caminos se bifurquen
cuando quiere andarlos todos a la vez;
cuando siente que deberían ser un sólido y único sendero.
Rodeado de eucaliptos,
de helechos,
de arena negra frente al mar.
A nadie le gusta pensar que soñó despierto
sin agarrarse con fuerza a la débil vigilia
que le mantenía cuerdo.
A nadie le gusta pensar que se equivoca cuando siente;
a nadie le gusta padecer.
A nadie le gusta vomitar el alma por los poros de la piel,
ni sangrarla por la boca.
A nadie le gusta despedirse con un hasta la vista,
cuando no sabe si volverá a ver.
A nadie, y repito,
a nadie
le gusta tener razón sobre algo detestable.
Cómo me gusta AMAR A*MARES y
que las olas me revuelquen sin hacerme chocar
contra las rocas;
con las que pintas e inventas,
con las que sueñas para despertar de la realidad
que no te deja ser más que uno cualquiera.
Cómo me gusta AMAR A*MARES.
Cómo me gusta no ser ese nadie,
que desea sin luchar,
que pierde sin jugar,
que muere sin vivir.