lunes, marzo 26

Idas y venidas


Abrí la puerta, despacio...
encontré allí un amigo,
dormido,
vencido por la vida,
muerto.

Agarré su mano,
la llevé al pecho,
le dije con el pensamiento,
todo lo que quería.

Todo lo que hubiese deseado que escuchara,
mientras hubo brillo en sus ojos;
memoria en su recuerdo.

Quise volar de nuevo,
como siempre hago,
como siempre he hecho,
como, algún día, dejaré de hacer.

Murmuré su nombre,
bebí mis lágrimas,
descansé sobre su pecho.
Gélido, vacío, sin alma ni sentimientos.

Sin latidos,
el bombeo de la nada,
me taladró el cerebro.

Me levanté despacio,
con inquietante sosiego.
Salí de la sala,
abandoné su cuerpo,
siempre tarde;
de nuevo.

Cerré la puerta.

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