De repente ¡¿qué?! Nada.
Tomar como atemporal lo caduco.
Un instante de expansión, de sinceridad y desahogo como verdad universal. Triste imperativo categórico.
Corre el tiempo y, con él, las emociones, los recuerdos, el olvido, las sonrisas.
Increíbles momentos fortuitos, dualidades y tempestades. Bajo mi paraguas: la calma.
Las sorpresas se aceleran. Los pensamientos, en ralentí, ahogan la ilusión del ayer potenciando la del mañana.
Ahora mírame y piensa. Elige lo que quieres mientras puedas y, seguramente, estés en lo cierto.
Llegó a lomos de su arcoiris de cien patas y cuatro corazones transmitiendo la vitalidad del eterno yo; del frágil tu; del indestructible mañana.
Nada es lo que parece. Todo vuelve.
Años después se sentó abrazado a sus rodillas, encendió un cigarro y respiró profundamente. El humo cubrió el presente incendiando la mecha de mi recuerdo. Allí estaba yo. Infranqueable, bella y jovial. En mi: otra realidad. Viva, tenaz, sólida.
Los caminos han de andarse en el momento pues, mañana, puede el barro hacer florecer un vergel inaccesible para ti.
Piénsalo bien; mírame ahora que puedes.
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